martes, 24 de agosto de 2010

Joseph Merrick

Pensamientos Impuros

Nigromancia, (La virgen del Coño)



El olor de su vagina era el ingrediente perfecto para un conjuro en el que mil muertos se levantan para acariciarla.
Los cadáveres desentierran sus huesos secos y quebradizos, algunos cantan un blues apoyados en sus tumbas mientras otros persiguen a la bruja del coño castañeteando los dientes. Ella ríe a carcajadas con la luna en sus ojos, se deja adorar y violar por un millar de fiambres temblorosos mientras continua el ritual. Pronto la ciudad será enjaulada en una prisión de huesos y piel muerta. Pronto la virgen del coño caminará sobre nuestras espaldas con sus pies fríos y hermosos manchados de barro, pronto besaremos los tobillos de aquella que una vez levantó mil cadáveres con el olor de su coño.

"Un Bloody Man, por favor."



Eran las cinco y poco en una ciudad como Córdoba. Clima perfecto para una tarde perfecta en la que coronamos una comilona en un restaurante chino, con un café caliente en un irlandés.
El lugar olía a ambientador caro, la madera de la barra era tan brillante como los ojos de la camarera, la cual nos miraba con la indiferencia con la que se mira a una hormiga... típico. Mi amigo Guille y yo pedimos un café con leche, el mío con un poco de canela, y nos sentamos al final de la estancia.

La conversación, como siempre "friki", fluida y en ocasiones existencial. Casi diría que producto de una adolescencia mantenida y prolongada con formol.
El café era como la caricia cálida y dulce de una abuela, aunque por un euro y medio debería haber sabido a mamada.
La tarde empezaba a morir para dar lugar a la noche, cuando entraron criaturas directas del abismo y se sentaron delante de nosotros. ¡Despierta HP Lovecraft!

Una era delgada, vestida de rosa y con las uñas doradas, se alimentaba de jóvenes depilados y cincelados por mil mancuernas, otra parecía estar hecha de piel humana, pero no era humana, otra debía oler a cenicero y café podrido, sus uñas y dedos eran amarillos como los de un muerto. La cuarta era víctima de una obesidad que rozaba lo mórbido, el temblor de su pulso la delataba como una psicópata en potencia. Todas olían a la misma colonia, aunque igual habría resultado si oliesen a azufre.

Mi inquietud poco a poco se hizo más palpable. - ¿Qué te pasa?- Preguntó mi amigo Guille. Respondí señalando al cuarteto del abismo con la cabeza. No pude evitar hacer uso de mi móvil e inmortalizar el momento.
Quizás mande la foto a Cuarto Milenio.

Be Happy



Vivo en una ciudad en la que eres un auténtico marciano si no sonríes en navidad, si no celebras un gol, si no lloras con la pasión de la Macarena, y mucho más si dibujas barbaridades de este calibre.
Este dibujo es producto de un verano de aislamiento casi completo, (gracias Cristina y Pablo :))de un machaque mental autodestructivo, y de noches enteras sin pegar ojo.
Eran las doce de la mañana, y llevaba creo que unas cuatro horas durmiendo, cuando me vino a la cabeza lo horrible de mi situación, (Sí, fui víctima de la autocompasión. Dudo mucho que ninguno de vosotros no hayáis sufrido esa mierda en vuestra propia piel.) decidí que todos somos pasto de los cuervos, pero que solo unos pocos son los desgraciados capaces de verlos sobre su propia cabeza.
Vi el dibujo en mi mente, me vi a mi mismo siendo lobotomizado para encontrar la felicidad, ayudándome de la falta de masa encefálica para no ser consciente de esos cuervos que me devoran a diario...ya empiezo otra vez con esa mierda, ¡Levanta de una vez!, ¡coge el maldito pincel y haz algo productivo!

(Gracias Semi ^_^)

Que Pase un Buen Día




No era muy tarde ni muy temprano, un clima humedo y frio en la ciudad de Granada, y sin meditarlo demasiado decidí entrar.
Mi ex novia y yo dimos un paseo por la zona electrónica, necesitaba descambiar una paleta gráfica con la que descaradamente me timaron. Yo, ávido de sangre, llevaba toda la noche afilándome los dientes y cabalgando la adrenalina. Cual fue mi sorpresa, cuando nos atendió un hombre de unos cincuenta años. El poco pelo que le quedaba estaba peinado con gomina, de un color grisáceo que recordaba al refluir de las cloacas. Sufría de una sobredosis de Brumel, y no parecía preocuparle que sus clientes también la sufriesen. Sus ojeras invadían sus marcados pómulos, y su mirada era vacía como la de un cadáver. Era demasiado mayor para tener un puesto tan bajo, así que intuitivamente pensamos que se trataba del encargado de aquella zona, pero no...
En principio, mi reacción fue de sorpresa ante tal muestrario de tópicos aliñados en depresión, pero rápido recordé la sesión de odio que tragué la noche anterior, y decidí lanzarme.

- Buenos días caballero, vengo antes de que me cumple la garantía para que me hagan el favor de descambiarme este cacharro. - no recuerdo muy bien la conversación, pero el caso es que respondió con un "-hablaré con el encargado"- que me heló la sangre.

Mi ex novia y yo nos miramos sorprendidos cuando, con esa sonrisa de plástico parecía llamar a su inmediato superior con la mente, ya que no apartaba la vista del pasillo.
Poco después nos atendió un muchacho de unos veintipocos, que hacía gala de una dentadura perfecta, unas cejas exquisitamente depiladas, y unas uñas que ponían en entredicho la manicura de cualquier pija de barrio.

El servicio excelente, solucionaron mi problema sin demasiada lucha, y además me hizo decidir darle protagonismo a ese ser vacío que nos atendió envuelto en Brumel y muerte.
Aveces resulta de un humor macabro, cómo nos empeñamos en disfrazarlo todo de Brumel, colores pastel, y sonrisas de PVC.