martes, 24 de agosto de 2010
"Un Bloody Man, por favor."
Eran las cinco y poco en una ciudad como Córdoba. Clima perfecto para una tarde perfecta en la que coronamos una comilona en un restaurante chino, con un café caliente en un irlandés.
El lugar olía a ambientador caro, la madera de la barra era tan brillante como los ojos de la camarera, la cual nos miraba con la indiferencia con la que se mira a una hormiga... típico. Mi amigo Guille y yo pedimos un café con leche, el mío con un poco de canela, y nos sentamos al final de la estancia.
La conversación, como siempre "friki", fluida y en ocasiones existencial. Casi diría que producto de una adolescencia mantenida y prolongada con formol.
El café era como la caricia cálida y dulce de una abuela, aunque por un euro y medio debería haber sabido a mamada.
La tarde empezaba a morir para dar lugar a la noche, cuando entraron criaturas directas del abismo y se sentaron delante de nosotros. ¡Despierta HP Lovecraft!
Una era delgada, vestida de rosa y con las uñas doradas, se alimentaba de jóvenes depilados y cincelados por mil mancuernas, otra parecía estar hecha de piel humana, pero no era humana, otra debía oler a cenicero y café podrido, sus uñas y dedos eran amarillos como los de un muerto. La cuarta era víctima de una obesidad que rozaba lo mórbido, el temblor de su pulso la delataba como una psicópata en potencia. Todas olían a la misma colonia, aunque igual habría resultado si oliesen a azufre.
Mi inquietud poco a poco se hizo más palpable. - ¿Qué te pasa?- Preguntó mi amigo Guille. Respondí señalando al cuarteto del abismo con la cabeza. No pude evitar hacer uso de mi móvil e inmortalizar el momento.
Quizás mande la foto a Cuarto Milenio.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Me encanta la atmosferá que queda con como has dejado las luces :)
ResponderEliminarY... es lo que hacen de verdad cada vez que se juntan... que bueno tio :) te estás haciendo maquina... jeje.
Puf, un grano de arroz.
ResponderEliminar